Los cuentos:
Los cuentos son casi tan antiguos como la vida misma. Y es que la costumbre de contar cuentos se ha ido trasmitiendo de generación en generación, de abuelos a nietos, de padres a hijos,… La razón es evidente: los numerosos beneficios que aportan los cuentos. Y aquí encontrarás un montón de cuentos para contar y disfrutar con ellos.
Los cuentos infantiles poseen una narración clara y tienen una sencilla comprensión. Con ellos no sólo mejoraremos la capacidad de comprensión del niño, sino también le ayudaremos a desarrollar su capacidad de comunicación. Además, aumentará y se desarrollará su vocabulario, su fantasía, su imaginación,… ¡¡y el amor por la lectura!!
Características del cuento
El cuento presenta varias características que lo diferencian de otros géneros narrativos:- Ficción: aunque puede inspirarse en hechos reales, un cuento debe, para funcionar como tal, recortarse de la realidad.
- Argumental: el cuento tiene una estructura de hechos entrelazados (acción – consecuencias) en un formato de: planteamiento – nudo – desenlace.
- Única línea argumental: a diferencia de lo que sucede en la novela, en el cuento todos los hechos se encadenan en una sola sucesión de hechos.
- Estructura centrípeta: todos los elementos que se mencionan en la narración del cuento están relacionados y funcionan como indicios del argumento.
- Personaje principal: aunque puede haber otros personajes, la historia habla de uno en particular, a quien le ocurren los hechos.
- Unidad de efecto: comparte esta característica con la poesía. Está escrito para ser leído de principio a fin. Si uno corta la lectura, es muy probable que se pierda el efecto narrativo. La estructura de la novela permite, en cambio, leerla por partes.
- Prosa: el formato de los cuentos modernos (a partir de la aparición de la escritura) suele ser la prosa.
- Brevedad: por y para cumplir con estas características, el cuento es breve.
La Humilde Flor
Cuando Dios creó el mundo, dio nombre y color a todas las flores.
Y sucedió que una florecita pequeña le suplicó repetidamente con voz temblorosa:
-iNo me olvides! ¡No me olvides!
Como su voz era tan fina, Dios no la oia. Por fin, cuando el Creador hubo terminado su tarea, pudo escuchar aquella vocecilla y se volvió hacia la planta. Mas todos los nombres estaban ya dados. La plantita no cesaba de llorar y el Señor la consoló así:
-No tengo nombre para ti, pero te llamarás "Nomeolvides". Y por colores te daré el azul del cielo y el rojo de la sangre. Consolarás a los vivos y acompañar a los muertos
Y sucedió que una florecita pequeña le suplicó repetidamente con voz temblorosa:
-iNo me olvides! ¡No me olvides!
Como su voz era tan fina, Dios no la oia. Por fin, cuando el Creador hubo terminado su tarea, pudo escuchar aquella vocecilla y se volvió hacia la planta. Mas todos los nombres estaban ya dados. La plantita no cesaba de llorar y el Señor la consoló así:
-No tengo nombre para ti, pero te llamarás "Nomeolvides". Y por colores te daré el azul del cielo y el rojo de la sangre. Consolarás a los vivos y acompañar a los muertos
. Los Siete Enanitos
Eran siete enanitos que jugaban en la plaza, se hamacaban, se tiraban por el tobogán y llevaban al perro a pasear.
Un día, el abuelo reunió a todos los enanitos para hablarles de ir a conocer el bosque y llevar la comida a los animalitos.
En el bosque vieron una cueva y quisieron ir a investigar, pero un enanito se perdió, entonces prendieron velas para ver mejor.
Muy asustados y con mucho miedo recorrieron la cueva, vieron a un oso, a un murciélago, a un dragón, un esqueleto, oro, plata, piedras y pulseras de oro. Al salir vieron el sol muy brillante, y todos lo saludaron.
Cuando regresaron a casa, comentaron todo lo importante que habían vivido, se habían divertido mucho, estaban cansados de tanto caminar, y se hicieron masajitos en las piernas.
El abuelo se puso feliz porque cumplieron la misión
.
Juan sin miedo
Érase una vez un matrimonio de leñadores que tenía dos hijos. Pedro, el mayor, era un chico muy miedoso. Cualquier ruido le sobresaltaba y las noches eran para él terroríficas. Juan, el pequeño, era todo lo contrario. No tenía miedo de nada. Por esa razón, la gente lo llamaba Juan sin miedo. Un día, Juan decidió salir de su casa en busca de aventuras. De nada sirvió que sus padres intentaron convencerlo de que no lo hiciera. El quería conocer el miedo. Saber que se sentía.
Estuvo andando sin parar varios días sin que nada especial le sucediese. Llegó un bosque y decidió cruzarlo. Bastante aburrido, se sentó a descansar un rato. De repente, una bruja de terrible aspecto, rodeada de humo maloliente y haciendo grandes aspavientos, apareció junto a él.
¿Que ahí abuela? -saludo Juan con toda tranquilidad.
¡Desvergonzado! ¡Soy una bruja!
Pero Juan nos impresionó. La bruja intentó todo lo que sabía para asustar a aquel muchacho. Nada dio resultado. Así que se dio media vuelta y se fue de allí cabizbaja, pensando que era su primer fracaso como bruja.
Tras su descanso, Juan echó a andar de nuevo. En un claro del bosque encontró una casa. Llamo a la puerta y le abrió un espantoso ogro que, al ver al muchacho, comenzó a lanzar unas terribles carcajadas.
Juan no soportó que se riera de él. Se quitó el cinturón y empezó a darle unos terribles golpes hasta que el ogro le rogó que parase.
El muchacho pasó la noche en la casa del ogro. Por la mañana siguió su camino y llegó a una ciudad. En la plaza un pregonero leía un mensaje del rey.
Y a quien se atreva a pasar tres noches seguidas en este castillo, el rey le concederá a la mano de la princesa.
Juan sin miedo se dirigió al palacio real, donde fue recibido por el soberano.
Majestad, estoy dispuesto a ir a ese castillo dijo el muchacho.
Sin duda has de ser muy valiente contestó el monarca. Pero creo que deberías pensar lo mejor.
Está decidido respondió Juan con gran seguridad.

Al rato, unos ruidos de cadenas lo despertaron. Al abrir los ojos, el muchacho vio ante él un fantasma.
Juan, muy enfadado por qué lo hubieran despertado cogió un palo ardiendo y se lo tiró al fantasma.
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